Había vivido una experiencia transformadora en la vivienda contigua. Su propietario me resultaba un hombre educado y amable, con una voz de timbre excelente y tono algo bajo para estas latitudes, al que se le intuye una carta en la manga para luego descubrir que ésta es en realidad la Reina de Corazones, y que está en pelotas. Él recomendó nuestros servicios a su vecina, una mujer italiana entre guapa y muy guapa (dependiendo del rato que la miraras y desde qué ángulo lo hicieras) con una definición increíblemente precisa de la línea (que no existe como tal) que dibuja los labios contra la piel.

Al pensar esta historia he empezado a considerar la posibilidad de que todos los que habitan este edificio sean personas de una elegancia y guapura particulares. Todos hablando en un tono de voz relajante e hipnótico, moviéndose entre pisos con la delicadeza elástica de los gatos siameses.