Amato Sole
Amato es ella, él es un Sole, y su trabajo de restauración es digno de alabanza.
No lo decimos nosotros, también lo ha dicho la prestigiosa revista AD en el número de este mes.
Llegamos a su tienda-taller en el Raval a la que se accede por un patio muy luminoso que huele a garbanzos con chorizo, y sin dilación nos muestran y describen con cariño todos y cada uno de los objetos restaurados. Una silla tirada en la calle, una lámpara olvidada en un almacén, frascos antiguos de farmacia, espejos llenos de historias (hay, si los espejos hablaran…). Todo está muy cuidado, muy, y pensado hasta el último detalle.
Los objetos, muebles y lámparas que caen en sus manos se salvan de una muerte segura.
Es más, muchos de ellos ya habían muerto, y cuando llegan a su taller, les miman, les reinventan y les dan una nueva vida, recobran la dignidad que habían perdido (¿o se la habían robado?).
Es curioso porque se te hace muy evidente que conservan su carácter, pero no ves sus cicatrices.
Hay muchos kilos de creatividad y muchas horas detrás de cada objeto. Ya lo dice Ramón, «rasca rasca, lija lija, pule pule», y esa amabilidad con sus muebles también se traduce luego en el precio, pues tu bolsillo no sufrirá. Es más, saldrá del patio cantando a pulmón ‘O sole mío…'