En casa de Aurora Vilaboa y Gonzalo Cutrina
Jaume Vidiella nos habló de ellos, y por eso estaremos en deuda con él por siempre jamás. Conocer a Dori y Gonzalo ha sido una bocanada de aire fresco, pues son personas que cautivan desde el primer minuto. Creativos a la enésima, sorprendentes… a la enésima también, buenas vibraciones a tutiplén, y todo ello se hace evidente en su casa, donde pasamos casi un día entero.
Aurora Vilaboa (Dori para los amigos) y Gonzalo Cutrina, forman un tándem galaico-catalán explosivo. Viven y trabajan bajo el mismo techo, donde ella diseña su propia marca de accesorios (Dorigato), y él es ilustrador.
Pero en el estudio, donde todo se cuece, la creatividad fluye y se contagia, por eso Gonzalo, ayudado por sus dos becarios felinos Tweed y Lacroix imagina temáticas para las colecciones de bisutería de Dori, y ella, escoge los materiales y elabora las fichas técnicas de los bocetos de Gonzalo.
Su último proyecto es una colección de pañuelos inspirada en la magia. Los hemos visto y vais a flipar…
Como flipamos nosotros con su casa. «Mi casa es vintage», dice Dori. «Habla de nosotros, refleja nuestra personalidad», matiza Gonzalo, y es evidente, pocas casas reflejan tan bien a sus ocupantes.
Todo tiene un sentido y ocupa su lugar, todo tiene una historia detrás, y ellos no escatiman detalles en contarnos los dóndes, los porqués, los quiénes.
Hay cosas que los han acompañado desde siempre, como el cubo de basura de Gonzalo, una pieza clásica de Vinçon. Otras, en cambio, asoman y se van descubriendo con segundas, terceras miradas.
Nos explican que les encanta ir de mercadillos, y que cada miércoles van de caza a Els Encants Vells. Mucho de lo que vemos viene de allí, pero también de mercadillos de Hong Kong, incluso de Coney Island, como algunas piezas de Murakami o Lacroix.
Son curiosos, cazadores, urbanitas, viajeros, coleccionistas empedernidos. Y nos muestran con orgullo las colecciones que ocupan distintos lugares de la casa, como la colección de elefantes que Gonzalo atesora, «Empecé la colección en Galicia cuando visitaba mercados de Cáritas para ayuda a toxicómanos».
O la colección de cerámica alemana, o los apliques y platos de los años 50 y 60, de familiares o de mercadillos, que conviven con piezas de autor, como un gato de Lisa Larsson, un plato de Versace, o una mano de Sargadelos.
Curiosamente, esta mezcla bizarra de objetos de aquí y de allí cobra sentido y es coherente. Dori colecciona manzanas, cabezas y trozos de muñecas o sombreros.
Aunque su mayor tesoro es su vestuario, repleto de auténticas joyas en forma de vestidos, complementos o zapatos… Chicas, ¡qué zapatos! Sus outfits son la sensación vaya donde vaya.
Y aunque se queden en casa, no duda deslumbrar a sus amigos en las «reuniones casolanes».
Con ellos, una comida entre amigos sin pretensiones puede acabar transformando su salón en una pista de baile improvisada o en una sala de proyecciones… Como la grabación de un reportaje que acaba siendo mucho más… ¡Puro joie de vivre!