Rogelio Olmedo: Esculturas sobre tacones rojos
Rogelio Olmedo, escultor aragonés, siempre ha tenido recuerdos de sí mismo dibujando y a pesar de que la vida le llevaría por caminos algo menos creativos en su juventud, cuando se nace siendo artista es algo que finalmente no puedes evitar. En el post de hoy lo acompañamos por sus inicios dibujando rodeado de sus hermanos, su proceso artístico y nos enamoramos un poquito de su maravillosa casa de Mallorca.
Háblanos de ti y de tu trabajo. ¿Dónde nació tu vocación? ¿Algún primer recuerdo?
Hasta donde yo recuerdo siempre dibujé en casa con mis hermanos. Más adelante reuní algunas herramientas y construía cosas. Mi abuela, con diez años, me regaló una caja de herramientas y me enseñó a coser. Esta situación nació de la abundancia. Mi abuelo tenía un almacén de juguetería y teníamos acceso a todas las novedades de juguetes. En algún momento empecé a construirnos los nuestros. Más adelante, comencé la carrera de derecho. Todavía en Zaragoza, no consideraba la posibilidad de dedicarme a algo creativo, pero dibujaba y dibujaba. Tras tres años, probé ir a Barcelona, a la Escola Massana, y allí se me abrió un mundo maravilloso al que ya no he podido renunciar. Desde entonces, quizá demasiada intemperie, pero la seguridad no me quería libre. Ahora tengo la opción de conjugarlas.
¿Qué es lo que más te satisface de tu trabajo? ¿Alguno del que te sientas especialmente orgulloso?
Me satisface comprobar que algo en mí sabe hacer. Con el tiempo, he aprendido rutinas, a anticiparme a los problemas o a asociarme a ellos y sacarles partido. Seguramente, las técnicas que he elegido favorecen las sorpresas. Pero realmente tampoco es tan fácil. Es entre emocionante y sereno. A días sé que no tengo ni idea y tengo que esconder los dibujos para, pasados unos días, poder reconocer si valen. La gente reconoce los mejores y deja los menos buenos. Hay objetivamente algo de verdad.
¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cuáles son tus fuentes de inspiración? ¿Alguna música en especial mientras trabajas?
Me interesan las personas, individualmente y en grupo. Cómo percibimos la realidad, cómo cambia entre generaciones, entre culturas y sin embargo lo mucho que se repite. Creo que estamos en un momento de metamorfosis, cada vez somos más capaces de conjugar con naturalidad diferentes categorías, los resultados serán insospechados. Y desde luego el buen humor y la alegría.
Normalmente trabajo sin música. En el taller de hierro hay mucho ruido y usamos orejeras aislantes. En el taller de dibujo me gusta el silencio, aunque algún día escucho música que me resulta familiar como Bach o Bill Evans. Me pongo música cuando me hago la comida, sugerencias de Spotify. A veces, mi hijo me hace oír lo que le gusta; rap y hip hop, y me encanta.
Color, libro, peli y disco favoritos. ¡Por este orden! ;D
Color: Amarillo.
Libro: Tao te chi. De Lao Tse.
Peli: El viaje de Chihiro. De Studio Ghibli.
Disco: Variaciones Goldberg. Por Glenn Gould.
¿Es tu casa reflejo de quién eres? Cuéntanos a qué huele, tu rincón favorito, tu objeto decorativo o mueble fetiche, si atesoras alguna colección... Y si tienes mascota, ¡preséntanosla!
Me encanta nuestra casa. Orientada al amanecer y al atardecer. Con un naranjo enorme. Poner sobre la estufa de leña fruta y que huela a azúcar tostado. Cuando acabo de recogerla y huele a limpio, y estoy cansado y puedo descansar.
Guardo restos de una colección de cómic de los ochenta que ha sobrevivido a numerosos cambios de casa y nos acompaña Mel, una perrita que adoramos y me deja todo lleno de pelo, pero me resisto a pelarla.
Si pudieras comprarte cualquier cosa ahora mismo y llevártela a casa, ¿cuál sería? ¡Cualquier cosa!
Un Rotko, un Guston, un autorretrato de Goya y un móvil de Susumu Shingu.
Un planazo en casa siempre incluye...
Una buena fiesta con amigos.
¿Tienes algún plato estrella?
Salsa puttanesca, patatas con gambas… ¡ah! cómo me gusta cocinar. ¡Hasta para mí solo!
¿Cuál es tu lugar favorito en tu ciudad? ¿Y en el extranjero?
Pasear al amanecer desde el chiringuito de Maurizio hasta casa de los Palerm y saludar. Atardecer desde casa de Carlos hasta el Caló dels Monjos.
Una licorería en Lambertville, NJ. En Invierno. Todo de madera, resuenan las pisadas. Licores de todo el mundo. Ordenado, iluminado como una gran biblioteca. Nos atiende casi susurrando un joven, en español con un fuerte acento americano.
La plaza de Coyoacán. Una boda con mariachis y un puesto de juguitos.
Una coctelería una tarde de julio en Amsterdam con Bill Evans.